Era un día de finales de junio de 2013, cuando me entrevisté con Antonio Torres para trabajar en el colegio. Con su forma sutil pero certera, el Señor me puso en el corazón que Él me quería allí, en el Colegio San Ignacio de Loyola de Torrelodones. Nuestro Padre tenía muchas cosas grandes guardadas para nuestra familia y nos las quería dar a través del colegio. Al llegar a casa le dije a Elena: “El Señor nos ha liado en una aventura nueva”.
En 2016, al terminar el edificio nuevo, Elena y los niños entraron en el colegio. Ese fue un año apasionante, lleno de ilusión, retos y muchísima gracia en nuestra familia. Al año siguiente, a Elena le diagnosticaron cáncer de ovario. Nunca hubiéramos imaginado todo lo que el Señor nos quería regalar a través de esta cruz de la enfermedad. ¡Qué importante fue para Elena el acompañamiento de sus compañeros de FP y de sus alumnos, por quienes se desvivía aunque estuviera a mitad de un tratamiento! Era increíble verla sacar fuerzas para acercarse a alguien y, desde su enfermedad, dar testimonio de lo que el Señor estaba haciendo en su vida. ¡Cuánto amor de Dios derramado en nuestra familia a través del colegio! ¡Es impresionante cómo el Señor puede convertir la cruz en resurrección!
Ahora, con Elena ya en el cielo y gozando de la presencia del Padre, y nosotros convencidos de que la muerte es parte importante de la vida donde Dios se hace muy presente, solo se puede decir: “Gracias, Señor, por convertir el dolor en gozo, la ausencia en certeza. Gracias, Señor, por el colegio que nos ha acompañado y nos ha ayudado a descubrir que lo que a ojos humanos es una catástrofe, con la gracia, es fuente de vida”.
Santi Jiménez. Profesor y padre San Ignacio