Mi “estreno” como profesora
En septiembre de 1979 fallecía mi madre muy joven, y yo, con 23 años, no estaba preparada para vivir uno de los peores momentos de mi vida. A punto de terminar la carrera de Filología Hispánica, me faltaban fuerzas y motivaciones para llegar al final y cumplir mi sueño: ser profesora. Pero, además de tener la suerte de que mi padre, con fortaleza y fe me sostuvo y alentó, don José Ramón, que había ayudado a mi madre hasta el momento de partir, me ofreció en 1981 entrar en el Colegio San Ignacio de Loyola como profesora de inglés, única plaza existente en ese momento. Y ahí empezó mi andadura profesional: una flamante e ilusionada profe de 25 años que intentaba cada día aprender de todo y de todos para lograr el sueño de su vida, partiendo de la más dura inexperiencia.
Cuento la anécdota tragicómica que vivimos Pablo Urosa, tutor ese año de 8º de EGB, y yo, en el viaje de estudios del final de ese curso por Andalucía, y que marcó mi estreno en el colegio. Ahora al recordarlo, nos reímos, pero en aquel momento…lo pasamos fatal.
En las fuentes de La Alhambra de Granada solo se puede beber en las que figura el cartel “agua potable” y por supuesto, no de las fuentes que decoran los patios. Pero nuestra advertencia llegó tarde, ya que, dado el calor sofocante, no tuvieron mejor idea trece de los alumnos, que beber de los chorritos de las fuentes decorativas. No dábamos abasto para advertir que no lo hicieran, pero…ya era tarde, y las consecuencias vendrían después.
El resultado fue que, al llegar a dormir a Sevilla, empezaron a sentirse mal, con fiebre alta y vomitando sin parar. Llamamos a un médico y…lo que nos temíamos…¡una intoxicación! Nos pasamos toda la noche con la cucharita y el Primperán subiendo y bajando escaleras y recorriendo pasillos de la pensión sevillana. Afortunadamente al día siguiente estaban recuperados para poder seguir disfrutando del viaje.
Entonces no había móviles y hacíamos cadena de teléfonos para informar de nuestros pasos a las familias, por lo que advertimos que no dijeran nada para no alarmar innecesariamente a los padres.
Pero…la noticia se filtró y el día que llegamos a Torrelodones teníamos a padres recibiéndonos con agradecimiento por el cuidado a sus hijos, pero a otros, con desagradables reproches por nuestra falta de responsabilidad. ¡Aprendí más de una lección con esta experiencia!
Pero esto no me impidió seguir viajando con mis alumnos año tras año
incansablemente y con la misma ilusión.
Algunos de esos alumnos, que entonces eran solo un poquito más jóvenes que yo, somos hoy amigos del alma: Mariapi Gómez, Pilar Lerma, Manuel Heras, Cristina Miquel…Nos unen los recuerdos, una vida compartida y muchas cosas más.
Mª Luisa Turell Guilleumas